Quienes nos hallamos en el
desierto de la vida requerimos de algún dromedario para cruzarlo con parsimonia
y llegar ansiosamente al Oasis, sedientos de las fuentes paradisiacas de
felicidad final que nos darán la eterna calma.
Nos quedamos en este erial para
lograr que perdure su memoria en quienes lo rodeamos con amor. Vivirá
perennemente en la Biblioteca que lleva su nombre en el corazón de Campeche
frente a la catedral y el mar. No es morir vivir en los libros que deja fuente
de sabiduría para los sedientos del conocimiento del pasado de su tierra. Atrás
estamos quienes nos afanamos en propagar su obra. Adelante está el cielo azul
sobre un mañana inmenso con el intenso sol de Campeche refulgiendo sobre el
Palacio del Libro. Nos da alegría que lleve su nombre para siempre.
Lo que aconteció solamente una
vez, ayer veintisiete de febrero de 1988, no puede ser motivo de pena. ¿Qué
razón hubo para temer tanto tiempo lo que tan poco duró? Para él, quien cumplió
con sus deberes naturales, morales, culturales y patrióticos, la muerte
fue tan natural y ¡¡Bienvenida como el sueño!! La verdad es que la paz, el
descanso y el sueño perenne es todo lo que sabemos de la muerte. Pero es todo
lo que a Dios podemos pedirle. También sé que morir no es acabarse: es renacer
a otra vida para purificarse y donar al Universo su excelsa esencia. Por
eso Denegre se fue en el camello negro, pues no hizo más que adelantarse
en el camino para el nacimiento de su eternidad. La muerte no ha sido más que una
puerta vieja que se ha abierto a un precioso jardín con una fuente colonial
donde manan los pensamientos de los patriotas peninsulares que don Jorge
recolectó, sembró con amor y estudió en su enorme y rica biblioteca, que
siempre atendió con sus propias manos y que pronto estará en el centro de su
amado terruño, por su última voluntad, para que lo disfruten sus
compatriotas. Allí están sus frutos, en ese vergel de pensamientos, donde la
estatua del sabio feliz dará la bienvenida a los estudiosos de la
Historia Maya, Peninsular y Mexicana. ¡Salud espiritual eterna para el hombre
honesto, generoso y bueno que conocimos y generaciones de compatriotas aún no
nacidos, conocerán en la plaza principal de Campeche! : JORGE DENEGRE-VAUGHT
PEÑA.
AMIGOS:
Las palabras sinceras no son
elegantes.
Yo les aseguro que entre estos
hijos y su padre no habrá nunca un muro inmensamente grueso y demasiado alto
que no libremos para estar cariñosamente a su lado más pronto de lo que se
pueda imaginar.
La muerte no puede separarnos.
Sin embargo, desde lejos, desde
la miseria, vengo a decir con franqueza una simpleza: que yo sé que he tenido
un padre, ¡qué padre! … ¡Tan padre, que siempre me ha dolido que mis hijos no
puedan decir lo mismo del suyo!
Esa diferencia abrumadora se
debe, principalmente, porque mi padre llevó consigo una humildad tan sincera
que pareció ir diciendo: Yo estoy en paz.
Mientras, su primogénito estuvo
en permanente guerra florida, en su vana ilusión quijotesca de ir desfaciendo
entuertos que va encontrando por los caminos del país de las manchas
y las corruptelas, nuestro padre estuvo en paz con todo mundo: juaristas
y antijuaristas, liberales o conservadores.
Por eso, apenas ayer, a la hora
de su muerte le prometí hacer la paz con todos para que él descanse en paz. Es
la hora de convivir entre moralistas y pecadores, reformistas y medradores,
madreadores y benefactores, dejando a cada cual hacer lo suyo. Todo sea para
que yazcamos en promiscua tranquilidad perdonando a los soberbios,
los ambiciosos, codiciosos, oportunistas, aprovechados, ventajistas y usureros,
en fin, dejando el quique suum tribuere, el dar a cada cual
lo suyo, al Supremo Juzgador. Todo, como predicaba mi padre, para que
dejen a uno hacer su obra.
Repaso, ahora, su enseñanza de
bondad y armonía. La vida de mi padre es para nosotros una larga lección de
humildad.
Tal vez en su llaneza se
escondían los regocijos de sus triunfos de persuasión y convencimiento a sus
clientes que le traían más satisfacciones que ventajas. Jamás trató mal a
nadie. Erudito, no intentó corregir los errores de quienes le visitaron o presumir
de sus grandes conocimientos. Se acomodó al presupuesto de quien deseaba un
libro para su estudio porque lo importante no fue para él el dinero sino la
transmisión del medio de sabiduría a quien lo anhelaba. Por eso lo respetaban y
querían.
Reconocí hace mucho que esa
humildad era inimitable porque pare él era fácil, pues había llevado a cabo
muchas cosas notables, nosotros hemos hecho, comparativamente, poco.
Esa, paradójicamente,
extraordinaria humildad la heredó de su adorada madre ante cuyo altar hizo
todos sus grandes sacrificios. La luz de nuestra abuelita lo guió e iluminó
desde lo alto y resplandeció en su íntima soledad, en sus horas de sombra y de
hondas penas.
Hoy se une a ella. Estoy cierto
que nuestro padre está feliz de reunirse con su madre, la nuestra, y con su
esposa, que reposa aquí mismo a su lado, Julia María del Carmen: los IRIS IRIDISCENTES DE LOS OJOS VERDES DE LA NIÑA DE LA ISLA
DEL CARMEN, hoy fulguran. Hoy están de plácemes dos grandes
mujeres porque se les une su amado Jorgito, por fin, tras muchas penalidades en
este valle de lágrimas que abate.
No obstante, Hombre eminentemente
Modesto, mi padre prestó suavidad y encanto a la vida. Nunca PENSÓ DON Jorge en
lo mucho que poseyó en este mundo y que hoy deja a México, su patria, nación a
la que consagró todos sus esfuerzos.
Admitamos que lo tuvo todo aquí
en la Tierra.
Empero, muchas veces nos
indignamos porque lo vimos ofendido y humillado. Nosotros sabíamos que nuestro
padre jamás rebajó a nadie. Pero él acalló nuestras protestas. Nos dijo que
veíamos “moros con tranchetes”. No se sintió agraviado por quienes consideró
sus amigos a quienes dispensó amabilidad, gentileza y dulzura.
Y, en verdad, conmovió a los
soberbios.
Cuando lo comparo con los muchos
hombres doctos, ricos y muy inteligentes conque convivió, entre ellos algunos
hombres fatuos que, por desgracia, encontró por doquiera, siento que tuvieron
que descender desde su estrato para postrarse ante su espléndida
sencillez.
Muchas veces lo vi dar las
gracias cuando se le negó algo, llegando así al fin
De lo que pretendía, con
simpatía, porque nunca se sintió ofendido por una repulsa. Por eso, entre los
encumbrados, jamás resplandeció su pesadumbre ni ostentó esa dorada tristeza
que pareció, en los últimos días, envolverlo de vez en cuando. Por vez primera
en su estoica vida lo vimos llorar. Ahora comprendo que lloró porque le dolía
dejarnos atrás en este triste mundo.
Su humildad lo llevó a transigir
con las mentiras mientras renunciaba a que prevaleciera su verdad. Jurista, no
importunó a los conservadores al patricio de la Reforma y coincidió con ellos
en el mutuo amor por la patria, sin estériles disputas y sin renunciar a sus
hondas convicciones. Su vida humilde, en medio del infatigable trabajo de librero
anticuario, historiador, bibliógrafo y editor ha sido una labora fructífera que
reboza de amor. Y, además, de fino sentido del humorismo y de la alegría de
vivir que en él fue más una facultad del corazón que del espíritu.
Nacía, esencialmente, su buen
humor de la fina sensibilidad de un hombre generoso, de una simpatía cálida y
tierna hacia todos los hombres y mujeres y todas las formas de la existencia.
Si no hubiera conservado toda su vida ese humorismo franco no sería don Jorge
el espíritu perfectamente conformado que es hoy en su más pura esencia.
Por eso, a nombre de mis hermanos
y de toda mi familia, agradezco a ustedes que se hayan reunido en torno suyo
para pasar estos últimos momentos de alegría y de tristeza juntos.
Y lamento tener que decir que
estuve a su lado, temprano, en su despedida de la vida a la edad de ochenta y
un años.
Decía Gustavo Le Bon que las
ideas envejecen más pronto que las palabras.
Termino así: Las ideas que nos
inculcó mi padre están jóvenes en pleno Renacimiento, en sus hijos, mientras
estas palabras caducan tan pronto como acaban de escucharlas.
Mi padre prevalecerá por siempre,
entre nosotros, porque tuvo grandes pensamientos y mejores acciones. Se gozó en
ellas, se ocupó con ellas, por su gran afición bibliófila y tuvo
innumerables recompensas porque ha tenido el mérito de compartirlas. Evocó sus
ideas que fecundaron porque las ha alumbrado con su generoso corazón. Las
sentimos con vehemencia, creaciones de su indomable voluntad, ofrenda de su
pasión, le recogemos amorosamente y propagaremos de su EDITORIAL
ACADEMIA LITERARIA OBRAS HISTORICAS MEXICANAS, en
el seno de la perennemente creciente Biblioteca
Denegre-Vaught.
< EPISTOLAPADREJORGEDENEGREN ULTIMOCUMPLEANOS >
Los que viven no deben estar en
guerra con los muertos. Quien se va pagó todas sus deudas. ¿Creen ustedes que
nosotros tendremos con don Jorge algunas pendientes?...
NO: Cumpliremos nuestras
esperanzas cabalmente en la realidad.
Por eso hoy, ¿lo oyes?, te
prometemos solemnemente, Padre, al pie de esta ilustre tumba. Te lo
cumpliremos, lo juramos en bien de la cultura en México y en el mundo. Tu
Biblioteca será pública y estará consagrada a los estudiosos de la Historia de
México.
Oremos..,
con esta oración clásica de
un santo que desde hace siglos expresó lo que todos quisiéramos llegar a ser
para dejar de padecer:
Hazme como hiciste a
Don Jorge, conductor de tu Paz:
Para que allí donde
haya odio pueda haber amor;
Para que allí donde
haya el mal pueda llevar el espíritu del perdón;
Para que allí donde
haya discordia, pueda llevar la armonía.
Para que donde haya
error, pueda llevar la Verdad,
Para que donde haya
la duda pueda llevar la Fe,
Para que donde haya
desconsuelo pueda llevar la Esperanza,
Para que donde haya
tristeza pueda llevar el optimismo y la Alegría.
Como siempre hizo mi
padre, Señor, concédeme que yo pueda pedir y no recibir y no ser consolado;
Comprender y no ser
comprendido;
Amar y no ser amado.
Porque, amigos, para encontrarse
hoy sé que hay que olvidarse de sí mismo.
Eso hizo nuestro padre, Don Jorge
Denegre-Vaught: nunca pensó en sí mismo y esto es lo primero que nos enseñó:
“Olvídate de qué piensas, crees o
quieras y piensa en los demás para darles lo que necesitan”.
Ì%
Sí, ya dije: Ayer le pedí perdón
a mi padre por todo lo que le hice sufrir.
Don Jorge lloró y dijo su última
palabra: “¡Bueno!”
¡Con un enorme esfuerzo, falleció
en sus lastimados labios el vocablo al que dio por postrera vez vida, palabra
que lo describe eternamente: ¡Bueno!
Buen hombre universal. Buen hijo.
Buen esposo. Buen padre. Buen amigo. Buen patriota. Buen librero. Buen editor.
Buen bibliógrafo. Buen historiador.
Sí, Jorge Denegre-Vaught, bueno,
bondadoso y cariñoso.
Mi suave padre, hombre de bien,
quien renunció a la mentira, la falsedad, la maldad, la hipocresía y la
deshonestidad, me perdonó, me liberó de mi inmensa deuda con él y con mi
conciencia. No por eso, sino por mucho más, Dios lo ha perdonado de los pocos
pecados que cometió debido a su única flaqueza: amó demasiado a muchos a
quienes aceptó con todas sus debilidades, durante su enfermiza existencia.
Correspondió amorosamente a aquellos que le admiraron y profundamente
reconocieron su buen humor, delicada ternura, largueza, generosidad e
hidalguía.
Al morir es cuando despierta a la
vida eterna.
Amanece para él la aurora esta
tarde, le abre las puertas del cielo y Dios le da la Bienvenida.
Amén.
Sábado 28 de febrero de 1998.
PAGINA HOSPEDADA EN EL SERVICIO
PERSONALES.COM DE SERVITEC
ORACIÓN FÚNEBRE PRONUNCIADA POR
LÍVINGSTON A LA MUERTE DE SU PADRE
LA MUERTE está en todas partes.
Por una favor insigne de Dios, si
cualquiera puede arrancarle al hombre la vida, ninguno puede arrebatarle de las
garras de la muerte. Semejantemente lo escribió en latín Séneca, el más sabio
de los clásicos, en su Libro de Oro.
Por eso, padre, fracasamos en nuestro
desesperado intento de retenerte entre nosotros.
Di el mes pasado mi pesaroso pésame a una
inolvidable mujer árabe. Tú la quisiste mucho y te agradó sobremanera su visita
en tu último día en tu lecho mortuorio.
Recuerdo que en la ocasión de la muerte de
su madre le escribí lo siguiente en un e-mail
enviado indirectamente a un usuario de su red:
La muerte es un camello negro que se
arrodilla ante la puerta de todas las casas.
Quienes nos hallamos en el desierto de la
vida requerimos de algún dromedario para cruzarlo con parsimonia y llegar
ansiosamente al Oasis, sedientos de las fuentes paradisiacas de felicidad final
que nos darán la eterna calma.
Nos quedamos en este erial para lograr que
perdure su memoria en quienes lo rodeamos con amor. Vivirá perennemente en la
Biblioteca que lleva su nombre en el corazón de Campeche frente a la catedral y
el mar. No es morir vivir en los libros que deja fuente de sabiduría para los
sedientos del conocimiento del pasado de su tierra. Atrás estamos quienes nos
afanamos en propagar su obra. Adelante está el cielo azul sobre un mañana
inmenso con el intenso sol de Campeche refulgiendo sobre el Palacio del Libro.
Nos da alegría que lleve su nombre para siempre.
Lo que aconteció solamente una vez, ayer
veintisiete de febrero de 1988, no puede ser motivo de pena. ¿Qué razón hubo
para temer tanto tiempo lo que tan poco duró? Para él, quien cumplió con sus
deberes naturales, morales, culturales y patrióticos, la muerte fue tan natural y ¡¡Bienvenida como
el sueño!! La verdad es que la paz, el descanso y el sueño perenne es todo lo
que sabemos de la muerte. Pero es todo lo que a Dios podemos pedirle. También
sé que morir no es acabarse: es renacer a otra vida para purificarse y donar al Universo su excelsa esencia. Por
eso Denegre se fue en el camello negro, pues
no hizo más que adelantarse en el camino para el nacimiento de su
eternidad. La muerte no ha sido más que una puerta vieja que se ha abierto a un
precioso jardín con una fuente colonial donde manan los pensamientos de los
patriotas peninsulares que don Jorge recolectó, sembró con amor y estudió en su
enorme y rica biblioteca, que siempre atendió con sus propias manos y que
pronto estará en el centro de su amado terruño, por su última voluntad, para que lo disfruten sus compatriotas. Allí
están sus frutos, en ese vergel de pensamientos, donde la estatua del sabio
feliz dará la bienvenida a los
estudiosos de la Historia Maya, Peninsular y Mexicana. ¡Salud espiritual eterna
para el hombre honesto, generoso y bueno que conocimos y generaciones de
compatriotas aún no nacidos, conocerán en la plaza principal de Campeche! :
JORGE DENEGRE-VAUGHT PEÑA.
AMIGOS:
Las palabras sinceras no son elegantes.
Yo les aseguro que entre estos hijos y su
padre no habrá nunca un muro inmensamente grueso y demasiado alto que no
libremos para estar cariñosamente a su lado más pronto de lo que se pueda
imaginar.
La muerte no puede separarnos.
Sin embargo, desde lejos, desde la miseria,
vengo a decir con franqueza una simpleza: que yo sé que he tenido un padre,
¡qué padre! … ¡Tan padre, que siempre me ha dolido que mis hijos no puedan
decir lo mismo del suyo!
Esa diferencia abrumadora se debe,
principalmente, porque mi padre llevó consigo una humildad tan sincera que
pareció ir diciendo: Yo estoy en paz.
Mientras, su primogénito estuvo en
permanente guerra florida, en su vana ilusión quijotesca de ir desfaciendo
entuertos que va encontrando por los
caminos del país de las manchas y las
corruptelas, nuestro padre estuvo en paz con todo mundo: juaristas y
antijuaristas, liberales o conservadores.
Por eso, apenas ayer, a la hora de su
muerte le prometí hacer la paz con todos para que él descanse en paz. Es la
hora de convivir entre moralistas y pecadores, reformistas y medradores,
madreadores y benefactores, dejando a cada cual hacer lo suyo. Todo sea para
que yazcamos en promiscua
tranquilidad perdonando a los soberbios,
los ambiciosos, codiciosos, oportunistas, aprovechados, ventajistas y usureros,
en fin, dejando el quique suum tribuere,
el dar a cada cual lo suyo, al Supremo Juzgador. Todo, como predicaba mi padre,
para que dejen a uno hacer su obra.
Repaso, ahora, su enseñanza de bondad y
armonía. La vida de mi padre es para nosotros una larga lección de humildad.
Tal vez en su llaneza se escondían los
regocijos de sus triunfos de persuasión y convencimiento a sus clientes que le
traían más satisfacciones que ventajas. Jamás trató mal a nadie. Erudito, no
intentó corregir los errores de quienes le visitaron o presumir de sus grandes
conocimientos. Se acomodó al presupuesto de quien deseaba un libro para su
estudio porque lo importante no fue para él el dinero sino la transmisión del
medio de sabiduría a quien lo anhelaba. Por eso lo respetaban y querían.
Reconocí hace mucho que esa humildad era
inimitable porque pare él era fácil, pues había llevado a cabo muchas cosas
notables, nosotros hemos hecho, comparativamente, poco.
Esa, paradójicamente, extraordinaria
humildad la heredó de su adorada madre ante cuyo altar hizo todos sus grandes
sacrificios. La luz de nuestra abuelita lo guió e iluminó desde lo alto y
resplandeció en su íntima soledad, en sus horas de sombra y de hondas penas.
Hoy se une a ella. Estoy cierto que nuestro
padre está feliz de reunirse con su madre, la nuestra, y con su esposa, que
reposa aquí mismo a su lado, Julia María del Carmen: los IRIS IRIDISCENTES DE
LOS OJOS VERDES DE LA NIÑA DE LA ISLA DEL CARMEN, hoy fulguran. Hoy están de
plácemes dos grandes mujeres porque se les une su amado Jorgito, por fin, tras
muchas penalidades en este valle de lágrimas que abate.
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